viernes, 29 de abril de 2011

El abuelo José




El abuelo José, aunque nadie le llamaba así, me parecia la persona más fuerte del mundo. Sus robustos brazos, las manos callosas, rigidas, toda una vida de entrega a trabajar en el campo. Los pulmones encogidos, en los ojos cataratas , nublaban su vista, toda una vida de entrega en la minería. Sobre sus espaldas el peso de una familia, como otra cualquiera, dividida, enfrentada bajo los celos y la envidia, como en una Guerra Civil, hermano contra hermano. En sus ojos acuosos el reflejo de cada herida. Nunca fue hombre de muchas palabras, no las necesitaba, los que le conocemos, sabemos leer en su rostro.
La primera vez que lo vi, su presencia llenaba toda la habitación.
Me tomó entre sus brazos, y cesó mi llanto.
En mi vida me sentí más seguro que en ese breve momento.
Casí tres decadas después lo arropo en la cama con una vieja manta de lana. Enroscado en la cama en posición fetal, tan delicado, tan vencido por los años, la mirada inundada, el cansancio en su rostro.
Tan alejado el reflejo de la persona que un día, dejo innerte el más pequeño de sus dedos sobre un rail, mientras dos amigos mineros deslizaban una vagoneta cargada de carbón.
Un mes de baja y la ausencia de un dedo, le parecio un precio pequeño por pasar más tiempo en casa con su hija recien nacida, mi madre.
Sin duda era el hombre más fuerte del mundo, aunque ahora no lo pareciese.
Le dejé descansando, los parpados le pesaban, el  dolor en la espalda como mil agujas clavandose en su columna.
Tomé en mi mano la fesoria, que años atras habíamos fabricado juntos, y me adentré en la tierra labrada, donde con cuidado y cariño fui separando las malas yerbas de la cosecha. 
Así me enseño el abuelo José,aunque nadie le llamaba así, a vivir mi vida, sujetandola con firmeza entre mis manos, separando el mal que rodea a los mios para que puedan crecer fuertes y sanos.
La mayor de su fuerza nunca estubo en sus brazos, sino en su sabiduría,en lo que nos enseño, en el modo en que nos educó el abuelo José, aunque yo lo llamo Papa.

4 comentarios:

  1. La persona mayor atesora saber que muchas veces despreciamos. Todo es prisa, sin tiempo para contemplar el pasar del tiempo.

    Blogsaludos

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  2. Es una pena cuándo les vemos marchitarse... pero su fuerza sigue en tí y todo lo que te enseño.
    Me ha gustado mucho, te sigo¡¡¡
    Tamara

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  3. Es bonito poder ver lo que no es pronunciado con palabras , y apreciar la sabiduría de nuestros mayores.
    Me ha gustado mucho este relato.
    Espero los siguientes.
    Malu

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  4. A veces nos miramos en el espejo y nos decepciona el reflejo, sin embargo si cerramos los ojos, y nos miramos por dentro, con seguridad sonreiremos al ver los frutos de lo que nuestros antepasados sembraron en nosotros.

    Gracias por los comentarios, un saludo a todos.

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