viernes, 22 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Décimo recuerdo.



Devolverle la razón a Lureo fue más fácil de lo que parecería en un principio.
Lurel salio en su búsqueda en el mismo momento en que obtuvo el recipiente que la contenía.
Con su olfato hiperdesarrollado no le costo mucho rastrear el olor de su hermano.
Nosotros ya nos encontrábamos en el lugar, tras una semana esperando noticias de Lurel, ya nos habíamos hecho a la idea de que tal vez no regresaría. Así que decidimos tomar cartas en el asunto y acabar con Lureo de una vez por todas. Aunque era más duro de lo qué pensábamos y pese a nuestros esfuerzos nos estaba dando para el pelo.
Lurel surgió tras nosotros envuelta en un halo de confianza. Se acerco hasta la posición de su hermano. Este había desatado un conjuro por el cual le sería arrebatado el destino a todo ser existente. Solo así, creía, podríamos ser liberados de la mayor de las cargas, la esperanza.
La esperanza de que mañana será mejor era la mayor trampa de la creación, pues era una promesa que nunca se cumplía y solo acarreaba más dolor y desdicha.
Las nubes eran de color rojo sangre, del cielo surgían rayos gigantescos que golpeaban con fiereza la tierra. Todo se desmoronaba. 
Lurel le tendió el frasco. Lureo miro desconfiado.

-¿Qué es esto?
-Algo que perdiste, tu razón.
-¿Me estas llamando loco?
-¿Loco? ¿Por convertirte en lo que destruyes al otorgarle a todo el mundo, 
paradójicamente, un único destino que no es más que la falta de este mismo?
¿Crees qué quitandole a la gente la carga de la esperanza le otorgas felicidad?
 Tal vez si seas un loco, aunque esa solo es la razón de un hombre falto de la misma, 
no necesariamente un loco.
-¿Qué propones?
-Toma este frasco recupera tu razón y juzga tu mismo 
si eres un hombre como tantos que en un momento de su vida perdió la razón y rectifica, 
o recupera la razón y destruye el destino como un loco. Pero se un hombre y razona.

Lureo tomo el frasco con delicadeza. Retiro el tapón y se lo llevo a la boca.
Recupero la razón al instante. No pudo retener la lagrima que recorrió su rostro arvegonzado.
Lurel estaba en lo cierto, solo había sido un pobre tonto que había perdido la razón, pero por ese pequeño despiste había causado mucho daño, y no sabía como lo iba a corregir.
Lurel como buena hermana lo abrazo y trato de consolarlo.

-Ya esta, se acabo, todo ha terminado.

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