miércoles, 28 de septiembre de 2011

Regalos

"A veces llega un momento, en que te haces viejo de repente, 
sin arrugas en la frente, pero con ganas de morir."
La Senda del Tiempo (Celtas Cortos, Gente Impresentable, 1990)


Le pesaban los años, los huesos parecian arder. La respiracion entrecortada, momentaneamente alterada por pequeñas tandas de toses y esputos. 
La mirada cansada, el lento caminar arrastrando los pies, como el preso que arrastra una bola de hierro.
Era un viejo de apenas veinte años. 
Todo su cuerpo se había rebelado contra él. 
En su interior una célula maligna atacaba uno por uno todos los órganos que encontraba a su paso, extendiendo su alargada sombra y robando su vitalidad.
El largo devenir entre los pasillos del hospital era la única manera de mantener la mente en blanco. 
Arrastraba las zapatillas en cada paso, con pesadez, mientras dejaba que la mente viajara a un momento más agradable de su vida, antes de que la enfermedad se cebase en él.
Sin embargo nunca había gozado de una buena vida. Tan solo atesoraba la forma ondulada de sus cabellos, heredado de una madre que murió al traerlo al mundo.
Tal vez debido a eso creció tan debil.

Su esperanza de vida menguaba con cada nueva sesión de quimioterapia, con cada pelo perdido en el lavabo, borrando del espejo el reflejo del único y más valioso de los regalos de su madre.

El único momento puro de su vida, antes de que se le partiera el corazón a la temprana edad de 9 años.

Ya no recuerda su nombre, solo que olía a vainilla, era la chica más bonita de la clase, todos los demás niños estaban prendados de ella.
Se sentía la persona más afortunada del mundo de poder decir que ella era su novia.
Aunque no entendiese del todo bien porque había sido el elegido. 
El hecho de que su padre tuviera un puesto de helados no parecía ser un motivo en su inocente mente.

El latigazo que destrozo su costado, al ver como besaba en los labios, al que era su mejor amigo, el atleta de la clase, a continuación de que le entregase una magdalena echa por su madre la repostera.
La mayor de las traiciones, dos de las personas que más quería, conspirando contra él.
Los corazones son como los motores de los coches, es demasiado costoso y laborioso repararlos, pero a base de parches se convierte en una tarea posible.
Por desgracia el suyo aún no se había formado del todo, 
por lo que fue imposible la reconstrucción.
Es más, todavía hoy cree que ese fue el origen del virus malvado, 
que amenaza con apagar su cuerpo.
¿Como la persona que más felicidad le proporcionaba había sido capaz
 de arrancarle las entraños de ese modo quirúrgico y frío?
Tras más de seis meses luchando, 
y coincidiendo con la caída del ultimo de los ondulados cabellos, se rindió.

Tomo la más difícil y sensata de las decisiones, 
aunque le había llevado una década tomarla, 
no podía vivir sin corazón.

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