viernes, 29 de abril de 2011

El abuelo José




El abuelo José, aunque nadie le llamaba así, me parecia la persona más fuerte del mundo. Sus robustos brazos, las manos callosas, rigidas, toda una vida de entrega a trabajar en el campo. Los pulmones encogidos, en los ojos cataratas , nublaban su vista, toda una vida de entrega en la minería. Sobre sus espaldas el peso de una familia, como otra cualquiera, dividida, enfrentada bajo los celos y la envidia, como en una Guerra Civil, hermano contra hermano. En sus ojos acuosos el reflejo de cada herida. Nunca fue hombre de muchas palabras, no las necesitaba, los que le conocemos, sabemos leer en su rostro.
La primera vez que lo vi, su presencia llenaba toda la habitación.
Me tomó entre sus brazos, y cesó mi llanto.
En mi vida me sentí más seguro que en ese breve momento.
Casí tres decadas después lo arropo en la cama con una vieja manta de lana. Enroscado en la cama en posición fetal, tan delicado, tan vencido por los años, la mirada inundada, el cansancio en su rostro.
Tan alejado el reflejo de la persona que un día, dejo innerte el más pequeño de sus dedos sobre un rail, mientras dos amigos mineros deslizaban una vagoneta cargada de carbón.
Un mes de baja y la ausencia de un dedo, le parecio un precio pequeño por pasar más tiempo en casa con su hija recien nacida, mi madre.
Sin duda era el hombre más fuerte del mundo, aunque ahora no lo pareciese.
Le dejé descansando, los parpados le pesaban, el  dolor en la espalda como mil agujas clavandose en su columna.
Tomé en mi mano la fesoria, que años atras habíamos fabricado juntos, y me adentré en la tierra labrada, donde con cuidado y cariño fui separando las malas yerbas de la cosecha. 
Así me enseño el abuelo José,aunque nadie le llamaba así, a vivir mi vida, sujetandola con firmeza entre mis manos, separando el mal que rodea a los mios para que puedan crecer fuertes y sanos.
La mayor de su fuerza nunca estubo en sus brazos, sino en su sabiduría,en lo que nos enseño, en el modo en que nos educó el abuelo José, aunque yo lo llamo Papa.

lunes, 25 de abril de 2011

Se llevó la música.



I

Puedo sentir sus risas. La sangre me nubla la vista. Pero los noto a mi alrededor, riéndose, golpeándome. Me gustaría salir de mi cuerpo y contemplar la escena desde arriba, indiferente. Cada golpe duele más que el anterior, me devuelve a la realidad. Solo soy un niño.
Ella es distinta. Su mirada azul , su olor a jazmín.
Me tiende la mano. Cuando todos se han ido, me ayuda a levantarme. 
Mi propio ángel de la guarda.
El sol le baña la espalda , convirtiendo sus rubios cabellos en oro bendito.
Su sonrisa me cura.

II


Odio mi trabajo. Llego a casa con las manos destrozadas. En otro tiempo, en otro lugar soñé con ser músico. Imaginaba como sería mi vida encima de un escenario, cuando mi música conectara con la gente y les hiciese olvidar sus miserables vidas. Ahora esa es mi vida, miserable.
Cada pared que derribo me hunde más, en un mundo frío. Las facturas me asfixian. No consigo más dinero. Al menos me da para pagar la cerveza.
Si tuviera mi música todo seria distinto. Ahora solo toco para ella. Su sonrisa me cura. Cuando nuestras manos se entrelazan siento fuego en mi interior. Ella lo es todo. Siempre a mi lado, nunca me ha abandonado. Nunca lo haría.
A veces me siento muy solo. Camino por calles vaciás, sintiendo el frío húmedo, sintiendo como se cala en los huesos y no se va.
La cerveza del bar esta caliente, su sabor se atraganta en mi garganta. Ella está feliz, ha perdido otro trabajo, pero sigue bailando. Puedo ver su sonrisa desde la barra, puedo verla dejarse ir, fundiéndose con la música.
Los demás también la miran. Odio a esos cerdos babosos. Desnudándola. Deseando recorrer su delicado cuerpo con sus sucias manos. A ella parece no importarle. Siento frío. Cierro los ojos, la sangre no me deja ver. Aun se ríen , aun puedo sentirlos reír.
Me cuesta pensar, no recuerdo que ha pasado tal vez empezara yo, tal vez fuera ella.
La busco desde el suelo, pero no puedo verla. Se ha ido. Me cuesta seguir consciente, pienso en su mirada, en lo suave de su pelo, en su sonrisa, maldición ardo por dentro.

III

El es mi amigo, el único. Siempre esta ahí cuando lo necesito. Cuando éramos más jóvenes nos gustaba colocarnos. Fumábamos petas a todas horas, bebíamos cervezas y nos reíamos.
La vida era sencilla. Ahora me duelen las costillas. Afuera hace frío. Estamos cansados la vida nos pesa. Apenas puedo sujetar el cigarrillo entre mis labios mientras veo la ciudad avanzar.
Ella me espera en casa, esta preocupada. No puedo oír sus gritos aún me zumban los oídos.
Veo como rompe el cuadro contra el suelo. Siempre le gustó esa foto, nos la hicimos en la playa.
Ahora esta cubierta de cristales rotos.
En la cama todo es distinto, cada vez que me toca desearía gritar. Ella me cura. Puedo verla sobre mi, como el sol entra por la ventana y le acaricia la espalda dorando sus cabellos.
En cada calada se consume, aún huele a jazmín aunque la flor está podrida.

IV

Me duelen las manos. Odio mi trabajo. Solo me siento vivo cuando fuerzo mi cuerpo. Me gusta sentir como mis brazos se tensan con el esfuerzo. No la siento llegar. El maquillaje corrido, la sonrisa borrada, sujeta fuertemente sus zapatos entre sus manos, como si soltarlos significara caerse.
Huele a culpa y decepción. Aparta su mirada rehusándome, mi corazón arde por dentro. Me cuesta mucho respirar. La odio con todas mis fuerzas, me quitó la música, me lo ha quitado todo. Sucia puta desearía verla arrastrarse, desearía oírla suplicar, desearía que la sangre no nublara su vista para que pudiera ver en que me ha convertido. Con cada golpe siento como se desvanece, maldita puta, ella me ha obligado.
Ya no huele a jazmín, su mano ya no me alcanza, ya no sonríe.

sábado, 23 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Último recuerdo.



El señor de las almas puso sus etéreas manos sobre nuestros hombros.
Tras vencer a Lureo no solo habíamos salvado el Imaginarium, también conseguimos preservar el destino. 
Le devolvimos al mundo la esperanza de un mañana mejor. Cada ser, hasta el más pequeño de todos, volvería a tener un importante papel en el tapiz de la vida. 
Por eso nuestro premio fue tan especial.
Volvimos a nacer.
Nos reunimos una ultima vez en el valle de la eterna luz, donde junto a Gavel, Ecido, Tareh, Tin, Tan y un redimido Lureo vimos llenos de gozo como los planetas se precipitaban al vacío de uno en uno.
El dia del fin del mundo, estuvimos todos juntos una ultima vez, nos abrazamos, sonreímos, era nuestro regalo.
Nunca le hable de mi sueño, sin embargo ese día lo vivimos juntos. Mire una ultima vez a Lurel, mientras la nada cubría todo lo que una vez existió. Me tomo de la mano con gran dulzura, y me sonrió.
La apreté fuertemente contra mi y la bese con ternura en los labios, como si fuera la primera vez, como si fuera la última.
El señor de las almas nos dio el regalo más valioso de la creación. Nos dio una nueva vida. Naceríamos y creceríamos juntos,pasase lo que pasase no nos separaríamos. 
Construiríamos nuestra vida uno junto al otro, desde el primer llanto hasta el ultimo suspiro.
Y siempre tendríamos una certeza, nuestro amor.




viernes, 22 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Décimo recuerdo.



Devolverle la razón a Lureo fue más fácil de lo que parecería en un principio.
Lurel salio en su búsqueda en el mismo momento en que obtuvo el recipiente que la contenía.
Con su olfato hiperdesarrollado no le costo mucho rastrear el olor de su hermano.
Nosotros ya nos encontrábamos en el lugar, tras una semana esperando noticias de Lurel, ya nos habíamos hecho a la idea de que tal vez no regresaría. Así que decidimos tomar cartas en el asunto y acabar con Lureo de una vez por todas. Aunque era más duro de lo qué pensábamos y pese a nuestros esfuerzos nos estaba dando para el pelo.
Lurel surgió tras nosotros envuelta en un halo de confianza. Se acerco hasta la posición de su hermano. Este había desatado un conjuro por el cual le sería arrebatado el destino a todo ser existente. Solo así, creía, podríamos ser liberados de la mayor de las cargas, la esperanza.
La esperanza de que mañana será mejor era la mayor trampa de la creación, pues era una promesa que nunca se cumplía y solo acarreaba más dolor y desdicha.
Las nubes eran de color rojo sangre, del cielo surgían rayos gigantescos que golpeaban con fiereza la tierra. Todo se desmoronaba. 
Lurel le tendió el frasco. Lureo miro desconfiado.

-¿Qué es esto?
-Algo que perdiste, tu razón.
-¿Me estas llamando loco?
-¿Loco? ¿Por convertirte en lo que destruyes al otorgarle a todo el mundo, 
paradójicamente, un único destino que no es más que la falta de este mismo?
¿Crees qué quitandole a la gente la carga de la esperanza le otorgas felicidad?
 Tal vez si seas un loco, aunque esa solo es la razón de un hombre falto de la misma, 
no necesariamente un loco.
-¿Qué propones?
-Toma este frasco recupera tu razón y juzga tu mismo 
si eres un hombre como tantos que en un momento de su vida perdió la razón y rectifica, 
o recupera la razón y destruye el destino como un loco. Pero se un hombre y razona.

Lureo tomo el frasco con delicadeza. Retiro el tapón y se lo llevo a la boca.
Recupero la razón al instante. No pudo retener la lagrima que recorrió su rostro arvegonzado.
Lurel estaba en lo cierto, solo había sido un pobre tonto que había perdido la razón, pero por ese pequeño despiste había causado mucho daño, y no sabía como lo iba a corregir.
Lurel como buena hermana lo abrazo y trato de consolarlo.

-Ya esta, se acabo, todo ha terminado.

jueves, 21 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Noveno recuerdo.





Ecido estaba especialmente nervioso, eran tiempos difíciles en el Imaginarium para los barcos voladores. Era un navegante de sobrada experiencia, pero la tarea era laboriosa hasta para el mejor de los capitanes del cielo.
El mundo de las ideas entro en el espacio aéreo del imaginarium al mismo instante que del mar nació una ola de proyectiles dispuestos a derribarnos. Tratándose del hogar de Lurel esperaba un recibimiento más caluroso, aunque también ese era el motivo de nuestra misión, arreglar todo ese entuerto. La concentración y el saber hacer de nuestro capitán conllevo un feliz aterrizaje sin daños mayores que lastimar. 
Era una noche muy oscura así que mis primeras impresiones deberían de esperar hasta la próxima noche.
El mundo de las ideas atracó en un valle, Ecido soltó el ancla y allí pasamos el día, suspendidos en el aire. Ese mismo día conocí a Gavel. Se nos acerco con dos enormes jarras rebosantes de sangre de cerdo y nos convido a sentarnos a la mesa junto a ellos para cenar. Todos parecían muy emocionados por nuestra presencia.
Esa noche corrió el licor y las canciones, aún había mucho trabajo que hacer, pero todos pensamos que una buena velada prepararía los corazones para la ardua tarea que nos aguardaba.
Esa noche Lurel y yo salimos a pasear por la cubierta. Me hablo de un tiempo anterior a todo, antes de convertirse en un engendro de la noche. Me contó que de niños, a ella y su hermano les encantaban los amaneceres. Se levantaban antes del primer rayo del sol y corrían a un pequeño lago que había junto a la casa en la que se criaron. Se sentaban allí con un trozo de pan recién amasado por su madre y contemplaban como el astro rey emergía en los cielos bañando todo a su paso con su luz celestial. Después se lanzaban al lago donde jugueteaban durante horas, nadando, zambulléndose, se sentían tan libres en el agua.
Por desgracia en la casa de al lado vivía un vampiro anciano que estaba bastante harto de que le despertasen con sus juegos, ya que él a esas horas dormía.
Una noche decidió escarmentarlos. Esa noche les robo la luz. Los convirtió en vampiros y les negó lo que más amaban en el mundo, el amanecer.

martes, 19 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Octavo recuerdo.





El viaje a la cueva de no retorno había sido un éxito, Lurel se había enfrentado al Caballero de la dulce voz, para liberar al dragón.
Fue un combate muy duro, en el que se sintió desfallecer varias veces, pues el caballero era un diestro espadachín acostumbrado al fragor de la batalla. Lurel tan solo era una muchacha más, aunque con la fuerza de diez hombres y una gran determinación. Compensaba sus carencias técnicas con un gran coraje. En sus débiles brazos se escondía un arma secreta, una fuerza inexplicable que corría por sus venas cuando estas más la necesitaban.
Los vanos intentos del caballero se encontraban una y otra vez con una resistencia más allá de toda compresión.
Lurel sonreía provocante. El caballero de la dulce voz lanzo un horripilante grito que helaría la sangre de cualquiera. Los ojos ensangrentados, fuera de sus cuencas, la respiración agitada, el pecho taladrado por un constante repique del corazón, como un ave atrapada que quiere volar.
Le había llevado al limite, ahora la espada se le antojaba tan pesada, como la armadura, que parecía haber perdido su brillo.
La dulce voz se convirtió en una voz ronca, que desearía maldecir en todas las lenguas existentes con todas las palabras posibles, pero el orgullo era tan grande como el dolor producido por reprimirlas. El caballero de la dulce voz se arrodilló en el suelo derrotado. Lurel acabo con su vida rápidamente, apenas escucho su cuello partirse entre los inquietantes jadeos del caballero.
El dragón agradecido le entrego el arma para derrotar a su hermano. Algo que un día perdió y no se acordó de buscar.
El dragón le entrego la razón de Lureo guardada en un pequeño bote de cristal.

lunes, 18 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Séptimo recuerdo.


A las pocas semanas de conocernos, a Lurel se le ocurrió que podíamos hacer un viaje.
Llevaba tiempo queriendo conocer el sur de Francia. Pasear a media noche por la Provenza, contemplar el mediterráneo con un vaso de sangre.
Nos alojamos en una pequeña casa de dos pisos, al sur de Antibes.
Fue lo más parecido a un hogar. Tras la cena nos sentábamos en el piso del salón, junto a la chimenea.
Allí prendíamos pequeñas ramas para mantener el fuego de la habitación.
Después embriagados por la conversación salíamos a pasear por el campo de espliego. Extraíamos la esencia liquida de la planta y la mezclábamos con la sangre, Lurel decía que le daba un sabor distinguido, aburguesado. Y se reía, llenando la habitación de vida con sus intermitentes carcajadas.
En todos los países en los que había estado, afirmaba no haber visto luna más redonda, ni noche más estrellada.
A menudo miraba las estrellas y se le tornaba el gesto. Su mirada se volvía más profunda, y parecía estar a años luz de allí. Me tomaba la mano con fuerza. Entrelazaba sus dedos entre los míos sin mirarme.
Esa noche fue la primera vez.
A veces siento como si me fuera a caer- dijo susurrando Lurel- Es como si toda la creación me atrapase y tirase fuerte de mi. Siempre creí que lo conseguiría, hasta que te conocí, sujetame con toda tus fuerzas, no dejes que me lleven. Alce la vista y me encontré de golpe con sus ojos violáceos.

-No te preocupes, seré tu ancla, nada podrá separarte
de mi mientras yo tenga brazos que tenderte.

Esa noche volvimos pronto a la casa. Nos acurrucamos junto la chimenea, y estuve dentro de ella y ella dentro de mí.
Nuestros cuerpos se fundieron en un ser , y ,de haberla tenido, nuestra alma se hubiera unido para siempre.


domingo, 17 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Sexto recuerdo.



El pozo de los cien días era un lugar especial. El tiempo no transcurría de manera natural. Un solo día allí era como pasar cien días en el exterior. 
Para mi desgracia Lurel tardó cuatro días en dar conmigo.
El pozo tenía una profundidad de unos seis metros, así que Gavel ató varias cuerdas entre sí hasta alcanzar la longitud adecuada.
Ataron un extremo a la cadera de Ecido, y este y Gavel sujetaron fuertemente la cuerda por ese extremo, mientras Lurel descendía hasta mi posición por el otro.
No le costo mucho alzarme, pues si ya de por mi era bastante menudito, 400 días ahí encerrado me habían convertido en un esqueleto andante, apenas había carne para cubrir las vergüenzas oseas de mi cuerpo.
Lurel trato de hacerme volver en mi, pero en cuanto recuperé el aliento la aparte bruscamente.
Una sed de sangre invadía todo mi ser. Huí en dirección al pueblo más cercano.
Como poseído por una rabia inmensa, ataqué y destruí todo cuanto encontré a mi paso.
Tomé en mis manos, sin que nadie pudiese impedírmelo, un recién nacido, parecía tan sabroso y yo tenia tanta hambre.
Ni siquiera escuche el sonido de su débil cuello al quebrarse en dos. La sangre recorrió todo mi cuerpo, reactivando toda la maquinaria.
Cuando recupere la consciencia el peso del neo nato le parecía una tonelada a mis brazos. De haber tenido un corazón vivo, latiría con violencia amenazando salirse de su sitio.
La culpa era un sentimiento tan fuerte que hacía tambalearse a mis piernas.
Las lagrimas borraron mi rostro, como el viento se lleva las hojas en otoño.
Lureo trato de arrebatármelas y fracaso, aunque se llevo una parte de mi que ya no volvería.
Cuando Lurel me encontró estaba deshecho en el suelo, en un mar de lágrimas. Se acerco por detrás y me apretó fuertemente contra su pecho.

-Tranquilo pequeño, ya estoy aquí.

sábado, 16 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Quinto recuerdo.


El hermano de Lurel, me producía una extraña sensación. Todo en el me recordaba a ella. Su mirada, sus movimientos, sus largas pausas al hablar.
Costaba imaginar como dos personas tan semejantes habían recorrido caminos tan dispares.
Mi presencia parecía entretenerle, al menos un rato, eso me garantizaba al menos un par de horas más de vida.
No recordaba todos los detalles de como había llegado a la cloaca en la que vivían el hermano de Lurel y sus secuaces. Tras una fuerte discusión con su hermana había abandonado la casa de Ecido, y me disponía a dar una vuelta para aclarar mis ideas.
El tema a discutir era lo de menos, fue la ira que sentí en sus reproches lo que más me dolió, por un motivo que yo sabía, sus dudas hacía mi habían ido en aumento y no había sabido hacerme cargo de la situación, hasta que lamentablemente ella explotó. Me fui antes de que la situación fuese irreversible.
Lureo, y cinco de sus hombres aguardaban a la puerta de nuestra casa. Ya estaban al tanto de nuestros periplos en el Imaginarium, y habían acudido a nosotros buscando zanjar el asunto de una vez por todas.
Tal vez me golpearon, o me durmieron con alguna extraña sustancia, lo que es cierto es que me dejaron inconsciente y me raptaron.
Desperté en una cloaca llena de conejos rabiosos con ojos encendidos de un color carmesí muy profundo. Hubiera preferido ratas.
Lureo no me hablaba directamente, simplemente lanzaba al aire todo tipo de conjeturas sobre su propia hermana. Desde su retorcida mente creía estar haciendo el bien en el Imaginarium y, para él, su hermana solo había venido a traer la destrucción al seguir alimentando el caos que regía sobre ese mundo mágico. Tras las tinieblas vendría el bien, y así se equilibraría la balanza, todos serían mostrados tal y como son, luz u oscuridad, y podrían vivir en un mundo en armonía.
A estas alturas, ya conocía bastante mejor ese mundo, y por lógico que pareciera en mi mundo, su pensamiento, aquí no podía estar más equivocado.
Este era un sitio mágico donde uno podía ser cualquiera, con la única condición de desearlo. Tigres que vuelan, vampiros que lloran, mariquitas gemelas, nada ni nadie te etiquetaba y te daba un único y fútil sentido a tu vida.
Solo sueña y serás.
No tenía muy claro que iba a hacer conmigo, puede que ni él lo supiese, fue a la casa buscando un enfrentamiento directo, no esperaba verse en esta situación.
Esa noche me senté junto a él a la mesa y me sirvió una jovencita entrada en carnes de sangre un poco agria.
Para su sorpresa durante todo el banquete no paré de llorar, como si llevara meses pelando cebollas.
Lureo sabía que los vampiros del Imaginarium lloraban, pero desconocía que los del otro mundo lo hicieran.
Ordenó a sus hombres que me encerrasen en el pozo de los 100 días.
Recuerdo cerrar los ojos al caer de bruces en ese pozo infecto y maloliente, y recuerdo que cuando los abrí de nuevo, tenía mucha hambre.
Un hambre voraz, como no había tenido nunca.

martes, 12 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Cuarto recuerdo


Nunca antes había volado.
 El mundo de las ideas me mostró un lugar maravilloso que antes no había podido alcanzar. Las nubes jugueteaban unas con otras como tiernos infantes, bañadas en un halo místico de inocencia.
Las aves volaban en perfectas trayectorias con la majestuosidad del artista, brocha en mano ante el lienzo en blanco, inexplorado aún.
Observe a Lurel, que escondía su preocupación dejando que el viento jugueteara con sus cabellos, en la proa del barco. Me acerque hasta ella ensimismado.

-Estoy anonadado, en mi vida había sentido algo así.
-Es muy curioso que nosotros que elegimos vivir en la tierra,
nos sintamos más liberados en el mar y en el aire.

De pronto el recuerdo del mar me golpeo con dureza. Desde mi transformación no había vuelto a sumergirme en el agua. Cuando era más chico no tenía muchos amigos, y como mi familia vivía cerca de una playa, acostumbraba a escabullirme allí todas las tardes. Pasaba horas y horas nadando , hasta que mi piel se arrugaba, como una visión futura de algo que nunca llegó, mi vejez.
Mientras dejaba que las corrientes me movieran a su antojo, descubría que nunca había sido más libre que en ese momento de paz y sosiego en el que mundo parecía detenerse a mi placer.

- Estoy preocupada.
-Entiendo todo lo que nos ha contado Ecido suena preocupante, 
y aun así me cuesta imaginar que sea tu hermano el que esta detrás de todo esto.
-No conoces a mi hermano.
-Te conozco a ti.
-El Imaginarium es distinto a todo lo que conoces, 
no se rige por las normas de la lógica, reina el caos,
y lo imposible se convierte en posible y viceversa.
-¿Por eso lo abandonaste?
-No exactamente, nunca he sido una persona
 de parar demasiado tiempo en un mismo sitio,
 con el tiempo una apatía se apodera de mi 
y todo lo que me rodea se me antoja gastado, 
necesito huir ver nuevos sitios.
-Tu hogar no parece un sitio del que aburrirse.
-Y no lo es, pero en mi interior seguía esa voz 
que me decía que ese no era mi sitio.

Cuando llegamos no podía dejar de pensar que esa voz era la más exigente que había escuchado en mi vida, pues el Imaginarium se mostró, tal como debí imaginar, como el sitio más insólito en el que nunca había estado.
Las montañas crecían infinitas hacía los hermosos cielos de colores naranjas y magentas.
En sus valles las praderas eran verdes y crecían estrafalarios arboles cuyas ramas se extendían a un lado y a otro ajenas a cualquier orden o lógica.
Los animales paseaban erguidos a dos patas ataviados con extraños atuendos de múltiples colores, los más pudorosos; y otros, caminaban, orgullosos de su raza, como llegaron al mundo.
Aunque la historia de Ecido se confirmaba desde los aires, una sombra negra avanzaba desde el este arrasando con toda vida a su paso.
Una triste melodía nos sobresalto, era una voz dulce y hermosa que parecía surgir debajo de nosotros. Sobre una roca una bella sirena de azules cabellos entonaba la triste canción que parecía entrar en nuestros huesos y aletargarlos como la soledad en el invierno. A su alrededor el mar parecía ir en crescendo amenazando con cubrirlo todo, apoderándose de la sirena y devolviéndola a su hogar.

-¡Tarieh está en peligro!- Exclamó Ecido.
-¿En peligro? -Pregunté.

Lurel me explico que las sirenas allí eran seres que utilizaban su canto para endulzar los corazones de los viajeros y hacer su travesía mas amena, incluso con el tiempo ,y como rara vez cambiaban de lugar, les servían de orientación en sus viajes.
Aunque lo más importante es que allí su parte humana predominaba sobre el pez y no era muy frecuente encontrar una sirena que supiera nadar.
Una ola gigantesca cubrió el llanto bajo su capa azul espumosa. Atónitos vimos desaparecer su hermosa cola escamada de brillos esmeralda.
Ecido había descendido el barco lo suficiente para rescatarla aunque tras el oleaje nos costaba escudriñar su posición. En un impulso irrefrenable abandone la seguridad del barco y me precipite en su búsqueda. Si pudiera sentir mis pulmones, estos gritarían de dolor mientras el mar inundaba todas y cada una de sus cavidades hasta consumir todo el aire.
Bajo el agua todo estaba muy oscuro, apenas era capaz de distinguir un brazo del otro, menos atisbar a la sirena. El tiempo pasaba y no había suerte. Empezaba a cansarme, el hambre me invadía debido al esfuerzo.
 Las fuerzas me abandonaron. Mi cuerpo se relajo, como antaño, cuando era un niño, abandonándose a los designios de un mar caprichoso.
La luz se hizo paso entre las sombras, sus ojos,destellos violetas, parecían dos faros en la noche.
Me cogió con delicadeza entre sus brazos y me llevo a la superficie donde Ecido se hizo cargo de mi. Volvió a sumergirse para al cabo de un escaso minuto emerger de nuevo con Tareh entre sus brazos, que a duras penas conseguía respirar.
Ecido utilizo sus arbolaceos brazos para practicarle el masaje cardiovascular que precipitó todo el agua de sus pulmones al vacío, devolviendole a la bella sirena su consciencia y su sonrisa.
Nunca olvidare la sonrisa de Tarieh, cada uno de sus brillantes dientes color perla, era una nota en una melodía hermosa, que relajaba la mente y devolvía al cuerpo toda su fuerza.
Me acerque a Lurel para agradecerle lo que había hecho por mi.
En su rostro vi la satisfacción de la esperanza, la sombra avanzaba desde el este inexorable, pero desde el sur lo hacía la luz y tampoco se detendría a su paso.

lunes, 11 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Tercer recuerdo


Nunca se me han dado bien las despedidas. Siempre queda tanto por decir. El corazón se te encoge, el aire te falta y las palabras mueren en la boca.
Ecido tiene razón, es algo que debe hacer Lurel sola, es nuestra ultima oportunidad de cambiar las cosas. Pero simplemente no puedo dejarla ir. Me gustaría posar mi mano sobre su hombro y decirle que todo saldrá bien, que yo estaré a su lado para protegerla, aunque seguramente me miraría de soslayo, con reproche.
Sé que es más fuerte de lo que yo nunca seré, en realidad más bien debería de protegerme ella a mi, y tal vez sea ese el motivo de mi reticencia a dejarla marchar, estaría perdido sin ella. Por qué me costara tanto hacérselo saber. Ni siquiera el miedo a no volverla a ver nunca jamas es suficiente aliciente para despegar las palabras de la jaula de mis labios.
Tan solo habían pasado dos días del gran hallazgo. Era un día como otro cualquiera,Tarieh había salido a la cubierta del “mundo de las ideas” a contemplar el anochecer azafrán bajo la atenta mirada de la luna que centelleaba en la lejanía con descaro.
Ecido y Gavel se entretenían con un curioso juego que consistía en cerrar los ojos y describir un paisaje, el otro debía de adivinar que tiempo hacía allí.

- Las montañas son pequeñas de unos mil metros de altitud, son tan verdes como la escanda. Bajo ellas se forma un inmenso valle totalmente desertizado, aunque justo en el centro un círculo de pinos rodea un pequeño lago.
- Mmm, se diría que es un lugar en el que las lluvias abundan, sin embargo para que se formara el desierto haría falta una continua exposición al sol. Pero eso quemaría la hierba y no podría ser tan verde. Los pinos podrían proteger el lago del sol abrasador y evitar que este se secara, pero volveríamos al problema original de la verde hierba. A no ser que un gran circulo de nubes que exentas de viento permanecieran allí inmóviles, y gracias a las altas temperaturas bañaran continuamente la zona, ¿Hay esas nubes verdad?
-Ni una sola nube, no señor.
- ¡Maldición!-Grito Ecido.

Gavel era muy imaginativo, y puede que un poco tramposo, por lo que rara vez Ecido acertaba. Lurel y yo habíamos bajado a la sala de maquinas, donde la temperatura que alcanzaba el carbón para seguir manteniendo a flote el barco, era tan alta que incluso nosotros sentíamos calor. Por fin entendíamos lo que la gente sentía al ir a la playa, aunque tampoco nos parecía para tanto. Un rato estaba bien, pero tras una hora era bastante aburrido. Lurel me cogió de la mano y me miro fijamente a los ojos, me pregunto sobre la razón por la que me desperté tan sobresaltado el día que decidimos venir al imaginarium.
Puede que sospechara que había soñado, cosa rara en los vampiros, ni nosotros sabemos de que materia están hechos los sueños, pero si sabemos que los vampiros no los tenemos. Y menos tan apocalípticos. No quería pensar en ello, pero seguro que no era algo intrascendental. Trate de calmarla, achacándolo a la sangre que bebimos esa noche.

- Bebí demasiada y tal vez le sentara mal a mi débil organismo.
- Espero no tener que decirte nunca que puedes contarme cualquier cosa, ¿verdad?
- Claro que no, lo sé de sobra.
- Eso espero porque la eternidad va a ser 
demasiado tiempo juntos como para que me ocultes algo.

Agache la vista y sonreí, siempre me causaba ese efecto. Ella también sonreía orgullosa.
Tin y tan eran dos jóvenes mariquitas que viajaban con nosotros. Afirmaban con orgullo ser gemelas, pero a mi entender todas las mariquitas eran exactamente lo mismo, pero quien era yo para decir nada.
Siempre estaban discutiendo, si una afirmaba una cosa la otra lo negaba categóricamente.
 Así que cuando irrumpieron en la sala de maquinas y a las dos les pareció importante que subiéramos a la cubierta, creímos que sería algo importante. Rodeado por todos nuestros amigos allí vimos a un ser etéreo que flotaba en el aire.
Habló sobre el valor y el destino, sobre la responsabilidad y la fortaleza, habló y habló, reconozco que demasiado. Por momentos perdía el hilo, más tarde hablaría con Tan y ella también me reconoció que dejo de escucharle.
Aunque todos entendimos lo más importante, Lurel debería adentrarse en la gruta de no retorno, menudo nombre, hablar con el dragón qué habla en verso y obtener un poder definitivo, que la ayudaría a derrotar a su hermano. Y lo más importante, que solo obtendría ese poder si recorría el camino sola.
Nunca se me han dado bien las despedidas, que le dices a alguien que se va a la gruta de no retorno.

                 -Pase lo que pase recuerda que la eternidad es mucho tiempo,
aunque te pierdas te encontraré.

Maldición, debí decirselo.

domingo, 10 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Segundo recuerdo


Como cada mañana Tarieh nos despertaba con su melódica voz. 
Aún me costaba acostumbrarme a la presencia de una sirena que no sabia nadar, aunque tras tres meses de vida en el Imaginarium, pocas cosas me sorprendían ya.
Gavel era el primero en saltar de la cama, corría hacia la cocina y disfrutaba preparando el desayuno para el resto del grupo. 
Tostaba pan, y lo cortaba en rebanadas, después las untaba en mantequilla y ordeñaba una vaca para que la leche estuviera lo más fresca posible.
Era una labor que retrasaba bastante la ingesta de alimentos,pues sus garras de tigre herían a la vaca y esta se resistía alargando los tiempos de ordeño notoriamente.
Laurel y yo no desayunábamos con ellos, puesto que la luz del sol nos estaba vetada, pero a la noche, nuestro intrépido chef nos dejaba servidas sobre la mesa de la cocina dos jarras de sangre de cerdo.
Su sabor era repugnante pero dado el cariz que habían tomados los acontecimientos, a raíz de las acciones del hermano de Lurel, decidimos que sería más practico evitar alimentarnos de humanos mientras estuviéramos allí.
Gavel nos acompañaba a la mesa todas las noches y nos contaba curiosas historias, y por que no decirlo,un poco inverosímiles, sobre un sin fin de miembros de su familia, para amenizarnos la velada.
Mientras hablaba yo no podía evitar mirarlo fijamente, cada detalle de su cuerpo lo asemejaba a cualquier otro tigre que hubiese visto hasta la fecha, su mirada felina, sus garras afilidas, sus majestuosas rayas, sin embargo este era distinto, y no solo por su traje de 3 piezas, su corbata y sus viejos anteojos, sino porque caminaba erguido como nosotros y hablaba, y de que manera.
Esa noche nos hablo de su tío-abuelo Niel, el ultimo miembro de su familia que voló.
Hasta ese momento era costumbre familiar dedicar los domingos a dar un paseo por los montes al este del Imaginarium en familia, sobrevolando entre las nubes.
Disfrutaban de ese pequeño placer de la vida, como disfruta un niño de cada juguete nuevo, nada podía acabar con esa felicidad, o eso creían.
Una tarde de domingo, como otra cualquiera, salieron a compartir ese pequeño momento familiar, como era costumbre, cuando de pronto una nube les alzo la voz para reprenderles.


- ¿Estáis tontos, que hacéis?- les increpo.
- Nada -dijo Niel- hemos salido a dar nuestra vuelta de domingo.
- Así como si nada, sin pensar en las consecuencias, ni en los demás.
- ¿Consecuencias?
- Si, consecuencias - respondió tajante la nube- 
¿no os dais cuenta de que nosotras no estamos hechas d
e un material capaz de soportar vuestras garras?
- Somos nubes cabeza de alcornoque, suaves, dulces y,por supuesto, delicadas.
- Nunca lo habíamos visto de esa manera, 
como veíamos a los pájaros volar día tras día, nunca creímos que os hicieran daño.

- Pero los pájaros no tienen garras,
 tienen unas hermosas alas cubiertas de plumas, que nos hacen cosquillas.

Niel y su familia se disculparon avergonzados y desde ese día juraron que ni ellos ni ningún tigre de su familia volvería a volar, salvo que las circunstancias lo requirieran.

lunes, 4 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Primer recuerdo


 "Los recuerdos cuentan nuestra vida en un desorden cronológico"


Era miércoles, la noche que soñé con el fin del mundo, ante mis los planetas se precipitaron contra la nada. Abrí los ojos y me lleve las manos al pecho, nada, ni un latido, seguía muerto.
Tenía unos 125 años cuando conocí a Lurel. Ella era una vampiresa que había recorrido el viejo continente durante más de seis siglos. Yo era un joven aprendiz de la noche. Su mirada violeta me hechizó en el primer instante en que se fijó en mi. A diferencia del resto de nuestra especie, no sentíamos placer matando.
Nuestro fortuito primer encuentro, sucedió una noche de primavera, ella sostenía entre sus brazos una débil muchacha que sollozaba con su ultimo aliento. Fue la primera vez que la vi llorar mientras se alimentaba. Soltó la presa y se arrodillo avergonzada en una esquina del oscuro y maloliente callejón. Me acerque lentamente y levante a la mujer. La apoye contra mi pecho y le di el ultimo sorbo. Lurel supo entonces que compartíamos la misma aflicción.
Pues en mi larga existencia, siempre he derramado una lagrima por cada gota de sangre robada.
La vida en Edimburgo era bastante tranquila. Al caer la noche salíamos a pasear hasta el linde del río, donde las luces de la ciudad se reflejaban como luciérnagas. Allí compartíamos vivencias, anhelos y un poco de licor durante horas, hasta que se nos abría el apetito. Aunque yo con bien poco me llenaba, no era uno de esos vampiros rechonchos, que se pasaban la noche engullendo presa tras presa. Más bien era un ser menudo de pómulos acentuados y pelo algo revuelto.
Eso era lo que decía Lurel, ya que como sabréis los vampiros no nos reflejamos en los espejos, lo cual complicaba el formarse una idea clara sobre uno mismo.
Nuestro manjar favorito eran los jóvenes bobalicones que se escurrían de sus hogares al amparo de la negra noche, en busca de mujeres de mal vivir. Una pizca de arrogancia, una pizca de inexperiencia, una pizca de lujuria; una sangre sabrosisima.
Luego retornábamos a la colina, al castillo de Lurel, donde nos abrazábamos lo que restaba de noche, hasta que el sueño se apoderaba de nosotros con la llegada del alba.
Hasta el miércoles, el día del fin del mundo. Rodeado por una familia y unos amigos que nunca había conocido, presencie como la creación se desvanecía ante nosotros, seres felices y orgullosos de contemplar un acontecimiento tan importante. Cuando la nada nos cubrió, desperté sobresaltado.
Lurel clavo su mirada violácea en mi. 
Aunque no pude decírselo, por una razón que aun no entendía, nunca fui capaz de contarle lo que había soñado.
Esa noche junto al río, todo cambio. Un vació luchaba por descubrir el muro invisible que crecía entre nosotros. Las horas se sucedían en silencio mortal. Nuestras miradas se rehusaban con una desconfianza que se nos antojaba extraña.
Como llamada divina a postergar tan amargo momento, un gigantesco barco volador surgió del cielo ante nosotros. Se poso sobre el agua, y en pocos minutos de el emergió un hombre de altura desmesurada con forma de árbol. Sus brazos eran largos y delgados como ramas y sus dedos afilados como cuchillos. El ojo derecho se escondía bajo una venda de retal de algún harapo desechado. Se presento como Ecidio, Capitán del Mundo de las ideas, llamo así a su barco pues le encantaba como sonaba esa frase. 
Venía en busca de Lurel, pues afirmaba que procedía de un mundo en donde los barcos volaban, las princesas se casaban con dragones y los vampiros lloraban.
Sin embargo el malvado hermano de Lurel, había corrompido la raza y ahora los vampiros eran bestias feroces que arrasaban con todo lo que había a su paso.
Todo esto acabo con la armonía de su mundo, dando lugar a la aparición de todo tipo de seres deleznables, como los caballeros, que erradicaban a los dragones y desposaban a las princesas para forzarlas en la noche de bodas.
Los capitanes de aviones que surcaban los mares, miraban con envidia a los que viajaban libres por el cielo, y desde entonces los derriban sin mediar palabra.
Era por ello que Lurel, su princesa exiliada, era su ultima esperanza.
Ella nunca me hablo de un mundo así, pero pude apreciar en su gesto como en ese momento lo veía morir.
Esa fue la primera vez que oí hablar del Imaginarium, el día que soñé el fin del mundo.