domingo, 10 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Segundo recuerdo


Como cada mañana Tarieh nos despertaba con su melódica voz. 
Aún me costaba acostumbrarme a la presencia de una sirena que no sabia nadar, aunque tras tres meses de vida en el Imaginarium, pocas cosas me sorprendían ya.
Gavel era el primero en saltar de la cama, corría hacia la cocina y disfrutaba preparando el desayuno para el resto del grupo. 
Tostaba pan, y lo cortaba en rebanadas, después las untaba en mantequilla y ordeñaba una vaca para que la leche estuviera lo más fresca posible.
Era una labor que retrasaba bastante la ingesta de alimentos,pues sus garras de tigre herían a la vaca y esta se resistía alargando los tiempos de ordeño notoriamente.
Laurel y yo no desayunábamos con ellos, puesto que la luz del sol nos estaba vetada, pero a la noche, nuestro intrépido chef nos dejaba servidas sobre la mesa de la cocina dos jarras de sangre de cerdo.
Su sabor era repugnante pero dado el cariz que habían tomados los acontecimientos, a raíz de las acciones del hermano de Lurel, decidimos que sería más practico evitar alimentarnos de humanos mientras estuviéramos allí.
Gavel nos acompañaba a la mesa todas las noches y nos contaba curiosas historias, y por que no decirlo,un poco inverosímiles, sobre un sin fin de miembros de su familia, para amenizarnos la velada.
Mientras hablaba yo no podía evitar mirarlo fijamente, cada detalle de su cuerpo lo asemejaba a cualquier otro tigre que hubiese visto hasta la fecha, su mirada felina, sus garras afilidas, sus majestuosas rayas, sin embargo este era distinto, y no solo por su traje de 3 piezas, su corbata y sus viejos anteojos, sino porque caminaba erguido como nosotros y hablaba, y de que manera.
Esa noche nos hablo de su tío-abuelo Niel, el ultimo miembro de su familia que voló.
Hasta ese momento era costumbre familiar dedicar los domingos a dar un paseo por los montes al este del Imaginarium en familia, sobrevolando entre las nubes.
Disfrutaban de ese pequeño placer de la vida, como disfruta un niño de cada juguete nuevo, nada podía acabar con esa felicidad, o eso creían.
Una tarde de domingo, como otra cualquiera, salieron a compartir ese pequeño momento familiar, como era costumbre, cuando de pronto una nube les alzo la voz para reprenderles.


- ¿Estáis tontos, que hacéis?- les increpo.
- Nada -dijo Niel- hemos salido a dar nuestra vuelta de domingo.
- Así como si nada, sin pensar en las consecuencias, ni en los demás.
- ¿Consecuencias?
- Si, consecuencias - respondió tajante la nube- 
¿no os dais cuenta de que nosotras no estamos hechas d
e un material capaz de soportar vuestras garras?
- Somos nubes cabeza de alcornoque, suaves, dulces y,por supuesto, delicadas.
- Nunca lo habíamos visto de esa manera, 
como veíamos a los pájaros volar día tras día, nunca creímos que os hicieran daño.

- Pero los pájaros no tienen garras,
 tienen unas hermosas alas cubiertas de plumas, que nos hacen cosquillas.

Niel y su familia se disculparon avergonzados y desde ese día juraron que ni ellos ni ningún tigre de su familia volvería a volar, salvo que las circunstancias lo requirieran.

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