martes, 12 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Cuarto recuerdo


Nunca antes había volado.
 El mundo de las ideas me mostró un lugar maravilloso que antes no había podido alcanzar. Las nubes jugueteaban unas con otras como tiernos infantes, bañadas en un halo místico de inocencia.
Las aves volaban en perfectas trayectorias con la majestuosidad del artista, brocha en mano ante el lienzo en blanco, inexplorado aún.
Observe a Lurel, que escondía su preocupación dejando que el viento jugueteara con sus cabellos, en la proa del barco. Me acerque hasta ella ensimismado.

-Estoy anonadado, en mi vida había sentido algo así.
-Es muy curioso que nosotros que elegimos vivir en la tierra,
nos sintamos más liberados en el mar y en el aire.

De pronto el recuerdo del mar me golpeo con dureza. Desde mi transformación no había vuelto a sumergirme en el agua. Cuando era más chico no tenía muchos amigos, y como mi familia vivía cerca de una playa, acostumbraba a escabullirme allí todas las tardes. Pasaba horas y horas nadando , hasta que mi piel se arrugaba, como una visión futura de algo que nunca llegó, mi vejez.
Mientras dejaba que las corrientes me movieran a su antojo, descubría que nunca había sido más libre que en ese momento de paz y sosiego en el que mundo parecía detenerse a mi placer.

- Estoy preocupada.
-Entiendo todo lo que nos ha contado Ecido suena preocupante, 
y aun así me cuesta imaginar que sea tu hermano el que esta detrás de todo esto.
-No conoces a mi hermano.
-Te conozco a ti.
-El Imaginarium es distinto a todo lo que conoces, 
no se rige por las normas de la lógica, reina el caos,
y lo imposible se convierte en posible y viceversa.
-¿Por eso lo abandonaste?
-No exactamente, nunca he sido una persona
 de parar demasiado tiempo en un mismo sitio,
 con el tiempo una apatía se apodera de mi 
y todo lo que me rodea se me antoja gastado, 
necesito huir ver nuevos sitios.
-Tu hogar no parece un sitio del que aburrirse.
-Y no lo es, pero en mi interior seguía esa voz 
que me decía que ese no era mi sitio.

Cuando llegamos no podía dejar de pensar que esa voz era la más exigente que había escuchado en mi vida, pues el Imaginarium se mostró, tal como debí imaginar, como el sitio más insólito en el que nunca había estado.
Las montañas crecían infinitas hacía los hermosos cielos de colores naranjas y magentas.
En sus valles las praderas eran verdes y crecían estrafalarios arboles cuyas ramas se extendían a un lado y a otro ajenas a cualquier orden o lógica.
Los animales paseaban erguidos a dos patas ataviados con extraños atuendos de múltiples colores, los más pudorosos; y otros, caminaban, orgullosos de su raza, como llegaron al mundo.
Aunque la historia de Ecido se confirmaba desde los aires, una sombra negra avanzaba desde el este arrasando con toda vida a su paso.
Una triste melodía nos sobresalto, era una voz dulce y hermosa que parecía surgir debajo de nosotros. Sobre una roca una bella sirena de azules cabellos entonaba la triste canción que parecía entrar en nuestros huesos y aletargarlos como la soledad en el invierno. A su alrededor el mar parecía ir en crescendo amenazando con cubrirlo todo, apoderándose de la sirena y devolviéndola a su hogar.

-¡Tarieh está en peligro!- Exclamó Ecido.
-¿En peligro? -Pregunté.

Lurel me explico que las sirenas allí eran seres que utilizaban su canto para endulzar los corazones de los viajeros y hacer su travesía mas amena, incluso con el tiempo ,y como rara vez cambiaban de lugar, les servían de orientación en sus viajes.
Aunque lo más importante es que allí su parte humana predominaba sobre el pez y no era muy frecuente encontrar una sirena que supiera nadar.
Una ola gigantesca cubrió el llanto bajo su capa azul espumosa. Atónitos vimos desaparecer su hermosa cola escamada de brillos esmeralda.
Ecido había descendido el barco lo suficiente para rescatarla aunque tras el oleaje nos costaba escudriñar su posición. En un impulso irrefrenable abandone la seguridad del barco y me precipite en su búsqueda. Si pudiera sentir mis pulmones, estos gritarían de dolor mientras el mar inundaba todas y cada una de sus cavidades hasta consumir todo el aire.
Bajo el agua todo estaba muy oscuro, apenas era capaz de distinguir un brazo del otro, menos atisbar a la sirena. El tiempo pasaba y no había suerte. Empezaba a cansarme, el hambre me invadía debido al esfuerzo.
 Las fuerzas me abandonaron. Mi cuerpo se relajo, como antaño, cuando era un niño, abandonándose a los designios de un mar caprichoso.
La luz se hizo paso entre las sombras, sus ojos,destellos violetas, parecían dos faros en la noche.
Me cogió con delicadeza entre sus brazos y me llevo a la superficie donde Ecido se hizo cargo de mi. Volvió a sumergirse para al cabo de un escaso minuto emerger de nuevo con Tareh entre sus brazos, que a duras penas conseguía respirar.
Ecido utilizo sus arbolaceos brazos para practicarle el masaje cardiovascular que precipitó todo el agua de sus pulmones al vacío, devolviendole a la bella sirena su consciencia y su sonrisa.
Nunca olvidare la sonrisa de Tarieh, cada uno de sus brillantes dientes color perla, era una nota en una melodía hermosa, que relajaba la mente y devolvía al cuerpo toda su fuerza.
Me acerque a Lurel para agradecerle lo que había hecho por mi.
En su rostro vi la satisfacción de la esperanza, la sombra avanzaba desde el este inexorable, pero desde el sur lo hacía la luz y tampoco se detendría a su paso.

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