lunes, 11 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Tercer recuerdo


Nunca se me han dado bien las despedidas. Siempre queda tanto por decir. El corazón se te encoge, el aire te falta y las palabras mueren en la boca.
Ecido tiene razón, es algo que debe hacer Lurel sola, es nuestra ultima oportunidad de cambiar las cosas. Pero simplemente no puedo dejarla ir. Me gustaría posar mi mano sobre su hombro y decirle que todo saldrá bien, que yo estaré a su lado para protegerla, aunque seguramente me miraría de soslayo, con reproche.
Sé que es más fuerte de lo que yo nunca seré, en realidad más bien debería de protegerme ella a mi, y tal vez sea ese el motivo de mi reticencia a dejarla marchar, estaría perdido sin ella. Por qué me costara tanto hacérselo saber. Ni siquiera el miedo a no volverla a ver nunca jamas es suficiente aliciente para despegar las palabras de la jaula de mis labios.
Tan solo habían pasado dos días del gran hallazgo. Era un día como otro cualquiera,Tarieh había salido a la cubierta del “mundo de las ideas” a contemplar el anochecer azafrán bajo la atenta mirada de la luna que centelleaba en la lejanía con descaro.
Ecido y Gavel se entretenían con un curioso juego que consistía en cerrar los ojos y describir un paisaje, el otro debía de adivinar que tiempo hacía allí.

- Las montañas son pequeñas de unos mil metros de altitud, son tan verdes como la escanda. Bajo ellas se forma un inmenso valle totalmente desertizado, aunque justo en el centro un círculo de pinos rodea un pequeño lago.
- Mmm, se diría que es un lugar en el que las lluvias abundan, sin embargo para que se formara el desierto haría falta una continua exposición al sol. Pero eso quemaría la hierba y no podría ser tan verde. Los pinos podrían proteger el lago del sol abrasador y evitar que este se secara, pero volveríamos al problema original de la verde hierba. A no ser que un gran circulo de nubes que exentas de viento permanecieran allí inmóviles, y gracias a las altas temperaturas bañaran continuamente la zona, ¿Hay esas nubes verdad?
-Ni una sola nube, no señor.
- ¡Maldición!-Grito Ecido.

Gavel era muy imaginativo, y puede que un poco tramposo, por lo que rara vez Ecido acertaba. Lurel y yo habíamos bajado a la sala de maquinas, donde la temperatura que alcanzaba el carbón para seguir manteniendo a flote el barco, era tan alta que incluso nosotros sentíamos calor. Por fin entendíamos lo que la gente sentía al ir a la playa, aunque tampoco nos parecía para tanto. Un rato estaba bien, pero tras una hora era bastante aburrido. Lurel me cogió de la mano y me miro fijamente a los ojos, me pregunto sobre la razón por la que me desperté tan sobresaltado el día que decidimos venir al imaginarium.
Puede que sospechara que había soñado, cosa rara en los vampiros, ni nosotros sabemos de que materia están hechos los sueños, pero si sabemos que los vampiros no los tenemos. Y menos tan apocalípticos. No quería pensar en ello, pero seguro que no era algo intrascendental. Trate de calmarla, achacándolo a la sangre que bebimos esa noche.

- Bebí demasiada y tal vez le sentara mal a mi débil organismo.
- Espero no tener que decirte nunca que puedes contarme cualquier cosa, ¿verdad?
- Claro que no, lo sé de sobra.
- Eso espero porque la eternidad va a ser 
demasiado tiempo juntos como para que me ocultes algo.

Agache la vista y sonreí, siempre me causaba ese efecto. Ella también sonreía orgullosa.
Tin y tan eran dos jóvenes mariquitas que viajaban con nosotros. Afirmaban con orgullo ser gemelas, pero a mi entender todas las mariquitas eran exactamente lo mismo, pero quien era yo para decir nada.
Siempre estaban discutiendo, si una afirmaba una cosa la otra lo negaba categóricamente.
 Así que cuando irrumpieron en la sala de maquinas y a las dos les pareció importante que subiéramos a la cubierta, creímos que sería algo importante. Rodeado por todos nuestros amigos allí vimos a un ser etéreo que flotaba en el aire.
Habló sobre el valor y el destino, sobre la responsabilidad y la fortaleza, habló y habló, reconozco que demasiado. Por momentos perdía el hilo, más tarde hablaría con Tan y ella también me reconoció que dejo de escucharle.
Aunque todos entendimos lo más importante, Lurel debería adentrarse en la gruta de no retorno, menudo nombre, hablar con el dragón qué habla en verso y obtener un poder definitivo, que la ayudaría a derrotar a su hermano. Y lo más importante, que solo obtendría ese poder si recorría el camino sola.
Nunca se me han dado bien las despedidas, que le dices a alguien que se va a la gruta de no retorno.

                 -Pase lo que pase recuerda que la eternidad es mucho tiempo,
aunque te pierdas te encontraré.

Maldición, debí decirselo.

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