jueves, 21 de abril de 2011

IMAGINARIUM. Noveno recuerdo.





Ecido estaba especialmente nervioso, eran tiempos difíciles en el Imaginarium para los barcos voladores. Era un navegante de sobrada experiencia, pero la tarea era laboriosa hasta para el mejor de los capitanes del cielo.
El mundo de las ideas entro en el espacio aéreo del imaginarium al mismo instante que del mar nació una ola de proyectiles dispuestos a derribarnos. Tratándose del hogar de Lurel esperaba un recibimiento más caluroso, aunque también ese era el motivo de nuestra misión, arreglar todo ese entuerto. La concentración y el saber hacer de nuestro capitán conllevo un feliz aterrizaje sin daños mayores que lastimar. 
Era una noche muy oscura así que mis primeras impresiones deberían de esperar hasta la próxima noche.
El mundo de las ideas atracó en un valle, Ecido soltó el ancla y allí pasamos el día, suspendidos en el aire. Ese mismo día conocí a Gavel. Se nos acerco con dos enormes jarras rebosantes de sangre de cerdo y nos convido a sentarnos a la mesa junto a ellos para cenar. Todos parecían muy emocionados por nuestra presencia.
Esa noche corrió el licor y las canciones, aún había mucho trabajo que hacer, pero todos pensamos que una buena velada prepararía los corazones para la ardua tarea que nos aguardaba.
Esa noche Lurel y yo salimos a pasear por la cubierta. Me hablo de un tiempo anterior a todo, antes de convertirse en un engendro de la noche. Me contó que de niños, a ella y su hermano les encantaban los amaneceres. Se levantaban antes del primer rayo del sol y corrían a un pequeño lago que había junto a la casa en la que se criaron. Se sentaban allí con un trozo de pan recién amasado por su madre y contemplaban como el astro rey emergía en los cielos bañando todo a su paso con su luz celestial. Después se lanzaban al lago donde jugueteaban durante horas, nadando, zambulléndose, se sentían tan libres en el agua.
Por desgracia en la casa de al lado vivía un vampiro anciano que estaba bastante harto de que le despertasen con sus juegos, ya que él a esas horas dormía.
Una noche decidió escarmentarlos. Esa noche les robo la luz. Los convirtió en vampiros y les negó lo que más amaban en el mundo, el amanecer.

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