lunes, 25 de abril de 2011

Se llevó la música.



I

Puedo sentir sus risas. La sangre me nubla la vista. Pero los noto a mi alrededor, riéndose, golpeándome. Me gustaría salir de mi cuerpo y contemplar la escena desde arriba, indiferente. Cada golpe duele más que el anterior, me devuelve a la realidad. Solo soy un niño.
Ella es distinta. Su mirada azul , su olor a jazmín.
Me tiende la mano. Cuando todos se han ido, me ayuda a levantarme. 
Mi propio ángel de la guarda.
El sol le baña la espalda , convirtiendo sus rubios cabellos en oro bendito.
Su sonrisa me cura.

II


Odio mi trabajo. Llego a casa con las manos destrozadas. En otro tiempo, en otro lugar soñé con ser músico. Imaginaba como sería mi vida encima de un escenario, cuando mi música conectara con la gente y les hiciese olvidar sus miserables vidas. Ahora esa es mi vida, miserable.
Cada pared que derribo me hunde más, en un mundo frío. Las facturas me asfixian. No consigo más dinero. Al menos me da para pagar la cerveza.
Si tuviera mi música todo seria distinto. Ahora solo toco para ella. Su sonrisa me cura. Cuando nuestras manos se entrelazan siento fuego en mi interior. Ella lo es todo. Siempre a mi lado, nunca me ha abandonado. Nunca lo haría.
A veces me siento muy solo. Camino por calles vaciás, sintiendo el frío húmedo, sintiendo como se cala en los huesos y no se va.
La cerveza del bar esta caliente, su sabor se atraganta en mi garganta. Ella está feliz, ha perdido otro trabajo, pero sigue bailando. Puedo ver su sonrisa desde la barra, puedo verla dejarse ir, fundiéndose con la música.
Los demás también la miran. Odio a esos cerdos babosos. Desnudándola. Deseando recorrer su delicado cuerpo con sus sucias manos. A ella parece no importarle. Siento frío. Cierro los ojos, la sangre no me deja ver. Aun se ríen , aun puedo sentirlos reír.
Me cuesta pensar, no recuerdo que ha pasado tal vez empezara yo, tal vez fuera ella.
La busco desde el suelo, pero no puedo verla. Se ha ido. Me cuesta seguir consciente, pienso en su mirada, en lo suave de su pelo, en su sonrisa, maldición ardo por dentro.

III

El es mi amigo, el único. Siempre esta ahí cuando lo necesito. Cuando éramos más jóvenes nos gustaba colocarnos. Fumábamos petas a todas horas, bebíamos cervezas y nos reíamos.
La vida era sencilla. Ahora me duelen las costillas. Afuera hace frío. Estamos cansados la vida nos pesa. Apenas puedo sujetar el cigarrillo entre mis labios mientras veo la ciudad avanzar.
Ella me espera en casa, esta preocupada. No puedo oír sus gritos aún me zumban los oídos.
Veo como rompe el cuadro contra el suelo. Siempre le gustó esa foto, nos la hicimos en la playa.
Ahora esta cubierta de cristales rotos.
En la cama todo es distinto, cada vez que me toca desearía gritar. Ella me cura. Puedo verla sobre mi, como el sol entra por la ventana y le acaricia la espalda dorando sus cabellos.
En cada calada se consume, aún huele a jazmín aunque la flor está podrida.

IV

Me duelen las manos. Odio mi trabajo. Solo me siento vivo cuando fuerzo mi cuerpo. Me gusta sentir como mis brazos se tensan con el esfuerzo. No la siento llegar. El maquillaje corrido, la sonrisa borrada, sujeta fuertemente sus zapatos entre sus manos, como si soltarlos significara caerse.
Huele a culpa y decepción. Aparta su mirada rehusándome, mi corazón arde por dentro. Me cuesta mucho respirar. La odio con todas mis fuerzas, me quitó la música, me lo ha quitado todo. Sucia puta desearía verla arrastrarse, desearía oírla suplicar, desearía que la sangre no nublara su vista para que pudiera ver en que me ha convertido. Con cada golpe siento como se desvanece, maldita puta, ella me ha obligado.
Ya no huele a jazmín, su mano ya no me alcanza, ya no sonríe.

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