David descubrió a los cinco años el sitio donde se recogían solas las cosas.
Y lo hizo por casualidad.
En su habitación, junto a la ventana, había una esquina en particular en la que le encantaba jugar con sus muñecos.
La combinación de brisa y calor era la idónea. Allí su mente viajaba en el tiempo y el espacio, donde sus compañeros de plástico vivían toda clase de aventuras.
Tras una hora de juego, su madre lo llevaba al parque, para que, en palabras de ella, tomase un poco el aire.
A su regreso a casa y tras una rica merienda, volvía a su rincón especial para soñar más viajes imposibles.
El tiempo que perdía en sacar a sus muñecos del cajón en el que su padre le enseñó a guardarlos le parecía un derroche.
Así que esa tarde en particular los dejo en la esquina con la intención de que a su regreso allí le aguardasen.
Para su sorpresa no fue así.
Tras la deliciosa papilla de frutas descubrió que los muñecos habían regresado a su cajón,
aunque desconocía como.
Su madre lo llamó para su baño y fue cuando decidió hacer una prueba, se quito un calcetín y lo posó donde escasos minutos antes se había librado una batalla en Marte entre playmobils y tortugas ninja.
No salió de su asombro cuando minutos más tarde descubrió el calcetín, junto con su pareja, perfectamente doblado en el cajón de las mudas.
Los experimentos se sucedieron en los dias posteriores.
Coches, muñecos, cuadernos de dibujo, dinosaurios, cuentos infantiles, camisetas, gorros.
Todo cuanto estaba de su mano era abandonado en el sitio donde las cosas se recogían solas.
Con los años dejó de sorprenderle y lo tomó como un habito.
Mochilas, playeros, libros de texto, pantalones, gorras, un balón de fútbol, una raqueta de tenis.
Daba igual la cantidad, o el tamaño de los objetos, cada vez que regresaba a su cuarto todo había vuelto a su sitio.
Como por arte de magia.
David, al igual que todos los niños creció hasta ser un hombre, y como tantos hombres al igual que él, vivió por muchos años con su familia.
Ya había dejado de preocuparse por el misterio del sitio donde se recogían solas las cosas, en su mente ya no había tiempo para las batallas en Saturno, la conquista de la Antártida, o los guerreros oscuros de la luna.
Su rutina de buscar trabajo se prolongaba en los años.
Y la frustración de no poder ganarse la vida por si mismo abarcaba todos sus pensamientos.
El día que su madre no volvió del trabajo, fue el mismo en que el sitio donde las cosas se recogían solas perdió su magia.
Minutos antes de que su padre lo llamase con la funesta noticia, había arrojado al rincón su jersey favorito, el mismo que su madre le había regalado por aprobar su carrera.
Lamentaba no haber podido ayudarla más a menudo, demostrarle lo mucho que era para él.
Su mente capaz de albergar viajes interestelares, hombres capaces de vencer a un ejercito con sus propias manos, había tardado en ver la magia de la que era capaz su propia madre, benefactora del sitio donde se recogían solas las cosas, y artífice del primero y más importante de los milagros que el conocía, su propio nacimiento.
Un lugar donde quedarse
pues en el sentimiento escrito, construí mi hogar.
domingo, 5 de mayo de 2013
sábado, 23 de febrero de 2013
La sombra
"Hay vidas que podrian resumirse en un único aliento,
describirse como el dolor punzante en el pecho o el regusto a sangre en el paladar."
EDON
Era la quinta pelea en la que participaba esa noche.
El crimen se había disparado en la ciudad.
Había conseguido evitar dos violaciones, un atraco con violencia y dos linchamientos de carácter racista.
Se sentia demasiado viejo para el trabajo, el sudor le recorría el rostro debajo de la mascara como un río embravecido.
El sabor de la sangre en la boca, aun le producia arcadas.
Los músculos, entumecidos bajo el traje de kevlar reforzado, apenas le permitían moverse.
Lo más difícil era concentrarse en la misión.
Cuando eligió llevar una doble vida solo pensaba en proteger a sus seres queridos, nunca pensó en él.
Ni remotamente se imagino abandonar a la mujer que compartia su vida, a la penumbra de su dormitorio, en mitad de un momento de debilidad.
Pero la ciudad sangra y grita y llora.
Su deber es proteger a los más débiles.
Y en estos momentos, el Dr. Infame tenía un plan, que él desconocía,
para asolar la ciudad.
Obligado por la misión, se enfundó su traje de cuero negro, reforzado de kevlar, y el discreto antifaz que tan solo le cubría la mirada.
Abandonó el fragor de la discusión y peinó la ciudad en busca de pistas.
Solo había encontrado maleantes de baja estofa, pero ni rastro del Dr. Infame.
Y mientras, en su casa, en algún rincón olvidado,sucio y mal iluminado, la Mujer Asombro con las manos apretadas contra su vientre, lloraría desconsolada.
Se conocieron quince años atrás, cuando apenas acababan de recibir sus poderes.
Asombrosa, como se llamaba entonces, era capaz de lanzar rayos láser a través de los ojos. Fue por culpa de un experimento con neutrones y energía Epsilon que no salió como habían esperado.
La sombra, como aun se le conoce, era un ser extraño y reservado que había recibido un cinturón de los Antheolions, una raza alienigena milenaria, que le había otorgado superfuerza y una gran agilidad.
El cinturón fue destruido años después por Tzul-Hiontahn, líder espiritual de los Tzulonheos, rivales legítimos de los Anthelions.
Desde entonces y ayudado por Mr. Ingenio había creado un traje especial que le daba más fuerza que la de cualquier ser humano y le protegía contra las balas y las armas blancas. Aunque sin su cinturón, era de escasa ayuda para los grupos de superhéroes que se enfrentaban a las grandes amenazas.
Fue entonces cuando empezó a beber, el sabor del whisky pronto amortiguo el dolor de su debilidad. Callando la voz en su interior que envidiaba como Asombrosa había vencido a Kalhumad, el destructor de galaxias, mientras el maldecía la puñalada que habia recibido de un simple ratero.
No la culpaba entonces, pues era su deber como guardiana, pero la envidia es mala compañera y nos cambia y nos lleva a lugares de perdición jamas antes imaginados.
Sin ella pretenderlo lo arrojó a un pozo de inferioridad.
En su más profundo interior nació un odio hacia su alma gemela,
que lo consumió por dentro.
Los viajes al fondo del vaso son similares a los paseos en montaña rusa. Repletos de subidas y bajadas.
En una de las subidas trato de estrechar los lazos más incluso que antes, y le propuso aumentar la familia.
Mr. Ingenio les advirtió que las energias Epsilon podían haber alterado el utero de Asombrosa pero no quisieron escucharle.
A las dieciséis semanas, lo que más temían sucedió.
Como si le hubieran arrancado las entrañas y el corazón a la vez,
Asombrosa perdió una parte de sí que ya no recuperaría jamas.
La lluvia abandona el cielo con súbita violencia,
golpeando las calles, como el martillo del herrero arrea el metal.
El mismo tejido de la realidad se desgarra por las costuras.
La sombra alza la vista y maldice.
El Dr. Infame ha llevado a cabo su plan y tal vez sea demasiado tarde.
El fin del mundo tal y como se conocía, no se parecia a nada que hubiese visto antes.
Las distintas realidades se estaban fusionando en una sola. Ya no existía ni tiempo ni espacio, solo un todo que irremediablemente llevaría a una nada.
La fusión entre las distintas realidades y sus espacios temporales provocaba un reajuste psíquico de cada individuo.
Desorientación, paranoia, alucinaciones, esquizofrenia, vómitos, estertores, angustia, ira, llanto descontrolado, temblores.
La sombra vio ante si el potencial de todas sus vidas posibles.
Quién fue, quién es, quién podía haber sido, quién será.
Una ola roja bañó las calles.
La extenuación cerebral colectiva, sincronizada con la delicadeza y precisión del trabajo de un relojero, produjo la implosión de todos los cerebros.
Incapaces de procesar todas las emociones vertidas.
La sangre del mundo baño las calles, ocultando todo lo que fue y podía haber sido.
En el suelo una silueta arrodillada, un hombre que había vivido toda su vida con el mismo tormento en su cabeza.
Un único superviviente, incapaz de entender la locura a su alrededor.
Una vez fue un hombre, después la visión de un hombre. Un espectro sin alma.
Y ahora, y por siempre, en todas las realidades que existieron y existirán, es la sombra; de la que fue y nunca más será, humanidad.
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miércoles, 19 de diciembre de 2012
Entropía.
La vida no se ha hecho para comprenderla, sino para vivirla.
Jorge Santayana (1863-1952)
Siempre me considere una persona que corría cuando tenia que luchar, y que luchaba cuando tenía que correr.
Que se reía cuando debía llorar y que se emocionaba y lloraba cuando debía reír.
No tuve una infancia fácil, tampoco difícil.
Tuve una infancia como todos.
Conocí el amor casi a la vez que el desamor.
Sufrí, reí, me asuste, me divertí, mentí, consolé, temí y ame.
Conocedor de todo y fisicamente mermado.
Durante 8 años mi vida fue una jubilación anticipada, bajo la creencia de una vida emocional satisfecha y terminada, en la que me abandone a un estado alto de Entropía.
Perdí todo de vista, principio y fin.
Causa y efecto. Bien y mal.
En mi vejez prematura, me vi por encima de todo lo que era humano.
Cualquier dilema moral se quedo en el pasado, se acabaron los problemas de variable resolución, mi vida se convirtió en un axioma per se.
Y sin una clara percepción del tiempo, eso podía significar que todo carecía ya de importancia, o que tal vez nada había sucedido aun.
En mi letargo emocional me deje llevar a una vida vacía y superficial,
de sustento cultural y crecimiento intelectual,
abandonado ocasionalmente a la fogosidad de la colección de cuerpos calientes en habitaciones frias en noches silenciosas.
Pues poco aportaban las palabras al sustento de la coreografía, a veces torpe, de dos o más cuerpos desnudos en la oscuridad de un cuarto.
Viví deprisa, intentando estar siempre tres pasos por delante, queriendo llegar a toda costa, sin detenerme a contemplar el camino.
Conquistar la ultima frase de la ultima hoja del libro de mi vida,
sin que la tinta de la primera frase aun se hubiese escrito.
Dos décadas y media de complacencia donde di por hecho mi propia vida.
Si tuviese que ponerla por escrito, podria resumirla en una linea, nada.
Cuando la conocí, supe que ni había amado, ni había traicionado,
ni había perdido un amor, ni había luchado por otro.
No sabia absolutamente nada.
Cuando el se fue, supe que nunca había llorado, ni sufrido, ni perdido.
En 27 años no había conseguido nada. O tal vez lo había conseguido todo y debía volver a empezar.
Una vez leí acerca de la teoría del Big crunch.
Según esta, cuando la expansión del universo produjera una determinada densidad, esta se colapsaría.
Aunque esto nos llevaría a un nuevo Big bang, e inevitablemente a un Big crunch.
Para ser esto posible, la destrucción y reinicio del universo deberían ser siempre distintas, creándose nuevas leyes físicas, y la Entropía se rebobinaría literalmente, pues se cree que el tiempo avanzaría al revés.
Así me sentía yo,
la densidad de los acontecimientos de mi vida alcanzó una masa critica que hizo implosionar cada partícula de mi ser.
Cada instante , cada recuerdo, se comprimía irrevocablemente hasta ser un todo y un nada, un pequeño embrión con el potencial de ser un millón de personas, en un millón de vidas.
Vivir hacia atrás es curioso.
Conocer el amor al final, para experimentar el dolor de la muerte al inicio.
Sentir como los huesos se encogen y pierden rigidez.
Ver como las preocupaciones desaparecen dando lugar a la absoluta dicha de sonreír ante todo lo que nos rodea como un ingenuo bebe.
Ante el inminente renacer un sinfín de preguntas me invaden.
Pude tener un millón de vidas y elegí esta o me toco. ¿Hay alguna diferencia?
Cuando se vuelvan a tirar los dados, ¿importara eso algo?
¿Es más importante la física que la metafísica?
Al inicio, o al final, solo habrá una ley, la supervivencia, volveré a competir con un millón de embriones por nacer y tener un millón de posibilidades de ser alguien.
Y al final, o al inicio, me volveré a preguntar que sentido habrá tenido.
Nada de nada había aprendido o conseguido, ¿Por que estaba entonces tan cansado? Sencillo, porque como todo niño que juega a algo que no entiende, ni conoce,
se aburre.
se aburre.
sábado, 18 de agosto de 2012
Señor, ¿por qué siempre te llevas a los mejores?
Esta mañana al despertar, como cada día te tome entre mis brazos, un sudor frío me recorrió la espalda cuando descubrí que no podías arrancar. Lo supe al instante, te había perdido.
Compartimos los seis últimos años y fuimos muy felices, es todo cuanto puedo decir. Ahora dejas 6 juegos y un volante huérfanos. Y sobretodo un amante desconsolado.
Es cierto que ya no te tocaba lo mismo que antes, reconozco que no te dedicaba el mismo tiempo, pero nunca te quise menos por ello, porque sabia que al llegar a casa siempre estarías ahí.
Al principio todos me decían que solo querías mi dinero y que 40GB era muy poco para mi, pero yo no les quería hacer caso. Nos lo pasábamos bien juntos y eso era lo importante.
Recuerdo noches en vela jugando, y más de una vez acompañada por su amanecer, y recuerdo dormirme con tu mando entre mi pecho del agotamiento del placer.
Y cuantas veces me traje amigos para que jugasen contigo también, y todos reían y disfrutaban y decían lo buena que eras. No como esa otra, la XBOX con la que nadie parecía querer jugar.
Se que dije que nunca estaría con otra, pero tu vacío es muy grande y tanto yo como tus seis juegos y el volante necesitan a otra, así que como nunca has tenido mucha memoria espero que no me lo tengas en cuenta.
D.E.P.
miércoles, 28 de septiembre de 2011
Regalos
"A veces llega un momento, en que te haces viejo de repente,
sin arrugas en la frente, pero con ganas de morir."
- La Senda del Tiempo (Celtas Cortos, Gente Impresentable, 1990)
Le pesaban los años, los huesos parecian arder. La respiracion entrecortada, momentaneamente alterada por pequeñas tandas de toses y esputos.
La mirada cansada, el lento caminar arrastrando los pies, como el preso que arrastra una bola de hierro.
Era un viejo de apenas veinte años.
Todo su cuerpo se había rebelado contra él.
En su interior una célula maligna atacaba uno por uno todos los órganos que encontraba a su paso, extendiendo su alargada sombra y robando su vitalidad.
El largo devenir entre los pasillos del hospital era la única manera de mantener la mente en blanco.
Arrastraba las zapatillas en cada paso, con pesadez, mientras dejaba que la mente viajara a un momento más agradable de su vida, antes de que la enfermedad se cebase en él.
Sin embargo nunca había gozado de una buena vida. Tan solo atesoraba la forma ondulada de sus cabellos, heredado de una madre que murió al traerlo al mundo.
Tal vez debido a eso creció tan debil.
Su esperanza de vida menguaba con cada nueva sesión de quimioterapia, con cada pelo perdido en el lavabo, borrando del espejo el reflejo del único y más valioso de los regalos de su madre.
El único momento puro de su vida, antes de que se le partiera el corazón a la temprana edad de 9 años.
Ya no recuerda su nombre, solo que olía a vainilla, era la chica más bonita de la clase, todos los demás niños estaban prendados de ella.
Se sentía la persona más afortunada del mundo de poder decir que ella era su novia.
Aunque no entendiese del todo bien porque había sido el elegido.
El hecho de que su padre tuviera un puesto de helados no parecía ser un motivo en su inocente mente.
El latigazo que destrozo su costado, al ver como besaba en los labios, al que era su mejor amigo, el atleta de la clase, a continuación de que le entregase una magdalena echa por su madre la repostera.
La mayor de las traiciones, dos de las personas que más quería, conspirando contra él.
Los corazones son como los motores de los coches, es demasiado costoso y laborioso repararlos, pero a base de parches se convierte en una tarea posible.
Por desgracia el suyo aún no se había formado del todo,
por lo que fue imposible la reconstrucción.
Es más, todavía hoy cree que ese fue el origen del virus malvado,
que amenaza con apagar su cuerpo.
¿Como la persona que más felicidad le proporcionaba había sido capaz
de arrancarle las entraños de ese modo quirúrgico y frío?
Tras más de seis meses luchando,
y coincidiendo con la caída del ultimo de los ondulados cabellos, se rindió.
Tomo la más difícil y sensata de las decisiones,
aunque le había llevado una década tomarla,
no podía vivir sin corazón.
sin arrugas en la frente, pero con ganas de morir."
- La Senda del Tiempo (Celtas Cortos, Gente Impresentable, 1990)
Le pesaban los años, los huesos parecian arder. La respiracion entrecortada, momentaneamente alterada por pequeñas tandas de toses y esputos.
La mirada cansada, el lento caminar arrastrando los pies, como el preso que arrastra una bola de hierro.
Era un viejo de apenas veinte años.
Todo su cuerpo se había rebelado contra él.
En su interior una célula maligna atacaba uno por uno todos los órganos que encontraba a su paso, extendiendo su alargada sombra y robando su vitalidad.
El largo devenir entre los pasillos del hospital era la única manera de mantener la mente en blanco.
Arrastraba las zapatillas en cada paso, con pesadez, mientras dejaba que la mente viajara a un momento más agradable de su vida, antes de que la enfermedad se cebase en él.
Sin embargo nunca había gozado de una buena vida. Tan solo atesoraba la forma ondulada de sus cabellos, heredado de una madre que murió al traerlo al mundo.
Tal vez debido a eso creció tan debil.
Su esperanza de vida menguaba con cada nueva sesión de quimioterapia, con cada pelo perdido en el lavabo, borrando del espejo el reflejo del único y más valioso de los regalos de su madre.
El único momento puro de su vida, antes de que se le partiera el corazón a la temprana edad de 9 años.
Ya no recuerda su nombre, solo que olía a vainilla, era la chica más bonita de la clase, todos los demás niños estaban prendados de ella.
Se sentía la persona más afortunada del mundo de poder decir que ella era su novia.
Aunque no entendiese del todo bien porque había sido el elegido.
El hecho de que su padre tuviera un puesto de helados no parecía ser un motivo en su inocente mente.
El latigazo que destrozo su costado, al ver como besaba en los labios, al que era su mejor amigo, el atleta de la clase, a continuación de que le entregase una magdalena echa por su madre la repostera.
La mayor de las traiciones, dos de las personas que más quería, conspirando contra él.
Los corazones son como los motores de los coches, es demasiado costoso y laborioso repararlos, pero a base de parches se convierte en una tarea posible.
Por desgracia el suyo aún no se había formado del todo,
por lo que fue imposible la reconstrucción.
Es más, todavía hoy cree que ese fue el origen del virus malvado,
que amenaza con apagar su cuerpo.
¿Como la persona que más felicidad le proporcionaba había sido capaz
de arrancarle las entraños de ese modo quirúrgico y frío?
Tras más de seis meses luchando,
y coincidiendo con la caída del ultimo de los ondulados cabellos, se rindió.
Tomo la más difícil y sensata de las decisiones,
aunque le había llevado una década tomarla,
no podía vivir sin corazón.
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Aún no te he dicho adios.
Es el primero que te pierdes. No sé si donde estas recibes correo, aunque me gusta pensar que lees lo que escribo por encima de mi hombro con tu mirada vidriosa.
Dicen que el tiempo todo lo cura, aunque nadie te dice cuanto.
Ni si nuestra vida será tan longeva como para cumplirlo.
A veces el dolor es menor que el de un pequeño rasguño en un brazo, las menos.
Por lo general el dolor físico más parecido seria el de arrancarse uno mismo el corazón y pasar la eternidad contemplándolo en el suelo, envuelto en un charco de sangre, como se detiene para siempre.
Nunca me gustó pensar mucho en la muerte, su sola mención era una invitación para que el más helado de los escalofríos recorriese todo mi cuerpo.
Sin embargo como nunca llueve a gusto de todos, me he visto en la situación de tenerla presente de continuo.
Desayuno muerte, como muerte y ceno muerte. Bueno a ti no te puedo engañar sabes que soy un glotón, también la meriendo.
Tras muchas dilucidaciones, y como tantos seres pensantes antes que yo, no he llegado a ninguna conclusión.
Excepto que apesta.
Cuando nacemos nos reparten unas cartas, y para desgracia de algunos son bajas y ni siquiera son del pinte.
Otros si embargo nacen con todos los triunfos.
Cuando me enseñaste a jugar al tute a menudo me reñías por tirar las cartas si no me gustaban, me decías que nunca se daba una partida por perdida, que todo se podía ganar, e hice de ello mi estilo de vida.
Pero ahora me pregunto de que sirve cuando la baraja se cierra y se termina la partida.
Que importan 120 puntos o ninguno.
Por eso aún no te he dicho adiós, porque no lo entiendo. Porque aunque me lo explicaran con el encerado más grande del mundo y por más formulas utilizasen, al despejar la x me seguiría saliendo cero.
Por el día me acojo a lo que me dijeron que era correcto, a tus enseñanzas, a tu modo de vida, aunque por las noches me encaro al cielo y en un grito desesperado y sin sentido y contra toda tu voluntad pido respuestas a mis males con la misma falta de razón que el que arrastra con triunfos bajos en busca de los ases y los treses, sin pensar en el compañero que los guarda paciente para ayudarnos a ganar la partida.
No creo que me sirvieran de mucho tus consejos en el tute, y dudo de si seré capaz de continuar con el modelo que marcaste, pues son tantas las dudas que me asaltan y no estas para resolvérmelas.
Busco ayuda en el reloj, rezo por que cuando el segundero haya condenado otra fracción de minuto al olvido, las respuestas me surjan.
Deseo tanto que el tiempo cure el dolor.
Aunque a veces no es suficiente. Con desearlo no basta, quizás deba desistir en buscar las respuestas en un tapiz divino y empezar por algo más mundano como puedo ser yo.
Y es por eso también que no te he dicho adiós, porque si algún día encuentro una de las respuestas, será el día en que volvamos a vernos, en que te rías de esta carta, en que nos sentemos, y de nuevo, repartamos las baraja y veamos que pasa.
Ese día tan solo espero un abrazo y decirte que te hecho tanto de menos.
martes, 19 de julio de 2011
Mi historia perfecta.
"Porque contigo es otra historia, una historia perfecta" escribió ella en el papel.
Nunca me he considerado un buen escritor. Carezco de las cualidades mínimas exigidas a cualquier valiente literato, convencido de llenar un folio en blanco de palabras conexas capaces de estructurar una historia y dejarla viajar sobre la conjunción de sus frases como si de una carretera se tratase.
Sin embargo, a menudo me vi forzado a expresar mis sentimientos, ocultos en breves relatos y enmascarados bajo falsos argumentos de ficción.
De esta forma, mi cuerpo incapaz de contener toda sus emociones, las dejaba volar al papel y las vestía de palabras liberándose de tan pesada carga.
Si he de ser sincero, y como buen narrador por el bien del lector expectante, debería serlo, no recuerdo cómo empecé a compartir mis escritos.
Pese a mi apariencia desenfadada y mi frecuente ataque de verborrea, en mi interior soy uno igual que el resto, temeroso del juicio de los demás.
Así que no sé cómo conseguí mostrar mis primeros relatos y posteriormente obtener este trabajo de columnista.
No quiero confundir al vivaz lector, sé cómo todo se desarrolló, sin embargo no recuerdo el momento exacto, puedo decir que cuando ella irrumpió en mi vida, ésta no volvió a ser igual y aun así no puedo decir que ella cambiara nada.
La gente que como yo esté acostumbrada a mudarse con frecuencia, ya sabrá que en muchas casas bajo la pintura hay más pintura, y a veces hay que escarbar muchas capas hasta encontrar el color original.
A ella no le costó nada, entró como el viento por la mañana, y se llevó consigo todas las capas, dejando a la vista el color original.
Una tonalidad carne representativa de mi absoluta desnudez ante su mirada, pero no se trata de un nudismo tímido ocultando mis partes tras una hoja de laurel, os hablo de un nudismo orgulloso de las imperfecciones con las que fue cincelado su cuerpo, pues bajo la suave caricia de la persona amada, qué importan las miradas reprochantes y juiciosas.
A través de sus ojos descubrí una parte de mí que me gustaba. Bajo su atenta mirada, me convertí en la clase de persona que siempre había querido ser, llegué al máximo de potencial y sin más ayuda que el hechizo de su sonrisa.
No voy a entrar a valorar ahora todas sus cualidades pues me podría llevar una vida, y sería en balde, pues aún así el lector sería incapaz de hacerse una mínima idea de su valor real.
Pues mi amor por el sentimiento escrito reconoce que en determinadas ocasiones el poder de la palabra enmudece ante la magnitud de contadas personas incapaces de ser contenidas en un único relato.
Es por ello que nunca escribo sobre ella, y sin embargo su esencia está en todos mis relatos, cada minúscula porción de su ser, es la luz que guía mis historias por el entramado mar de la complejidad de la literatura.
Si no fuera por ella, a duras penas sobreviviría en un mundo sin límites, forjado por la fuerza de la tinta al golpear el blanco papel.
Es por ello, que más allá de la imaginación compartimos una vida que tal día como hoy hace ya un tiempo iniciamos, y la celebración no nace del tiempo compartido sino del tiempo, que asomando en el horizonte, nos dice que aún nos queda una vida entera que compartir.
El secreto de porqué un día me convertí en una persona capaz de transmitir mis historias y llegar a otras personas, se oculta en el día en que cesamos nuestro intento de escribir nuestras vidas por separado y, decidimos uno junto al otro, escribir un relato mejor.
Así que no tengo certeza de ser un buen escritor, no tengo el alma de cocinero, no poseo la paciencia necesaria para dominar el arte del fuego lento e incluso dudo de si sabré poner el corazón en la masa, pero en verdad no es cosa que me importe, ya no sueño con narrar la historia perfecta ahora me conformo con vivirla.
Nunca me he considerado un buen escritor. Carezco de las cualidades mínimas exigidas a cualquier valiente literato, convencido de llenar un folio en blanco de palabras conexas capaces de estructurar una historia y dejarla viajar sobre la conjunción de sus frases como si de una carretera se tratase.
Sin embargo, a menudo me vi forzado a expresar mis sentimientos, ocultos en breves relatos y enmascarados bajo falsos argumentos de ficción.
De esta forma, mi cuerpo incapaz de contener toda sus emociones, las dejaba volar al papel y las vestía de palabras liberándose de tan pesada carga.
Si he de ser sincero, y como buen narrador por el bien del lector expectante, debería serlo, no recuerdo cómo empecé a compartir mis escritos.
Pese a mi apariencia desenfadada y mi frecuente ataque de verborrea, en mi interior soy uno igual que el resto, temeroso del juicio de los demás.
Así que no sé cómo conseguí mostrar mis primeros relatos y posteriormente obtener este trabajo de columnista.
No quiero confundir al vivaz lector, sé cómo todo se desarrolló, sin embargo no recuerdo el momento exacto, puedo decir que cuando ella irrumpió en mi vida, ésta no volvió a ser igual y aun así no puedo decir que ella cambiara nada.
La gente que como yo esté acostumbrada a mudarse con frecuencia, ya sabrá que en muchas casas bajo la pintura hay más pintura, y a veces hay que escarbar muchas capas hasta encontrar el color original.
A ella no le costó nada, entró como el viento por la mañana, y se llevó consigo todas las capas, dejando a la vista el color original.
Una tonalidad carne representativa de mi absoluta desnudez ante su mirada, pero no se trata de un nudismo tímido ocultando mis partes tras una hoja de laurel, os hablo de un nudismo orgulloso de las imperfecciones con las que fue cincelado su cuerpo, pues bajo la suave caricia de la persona amada, qué importan las miradas reprochantes y juiciosas.
A través de sus ojos descubrí una parte de mí que me gustaba. Bajo su atenta mirada, me convertí en la clase de persona que siempre había querido ser, llegué al máximo de potencial y sin más ayuda que el hechizo de su sonrisa.
No voy a entrar a valorar ahora todas sus cualidades pues me podría llevar una vida, y sería en balde, pues aún así el lector sería incapaz de hacerse una mínima idea de su valor real.
Pues mi amor por el sentimiento escrito reconoce que en determinadas ocasiones el poder de la palabra enmudece ante la magnitud de contadas personas incapaces de ser contenidas en un único relato.
Es por ello que nunca escribo sobre ella, y sin embargo su esencia está en todos mis relatos, cada minúscula porción de su ser, es la luz que guía mis historias por el entramado mar de la complejidad de la literatura.
Si no fuera por ella, a duras penas sobreviviría en un mundo sin límites, forjado por la fuerza de la tinta al golpear el blanco papel.
Es por ello, que más allá de la imaginación compartimos una vida que tal día como hoy hace ya un tiempo iniciamos, y la celebración no nace del tiempo compartido sino del tiempo, que asomando en el horizonte, nos dice que aún nos queda una vida entera que compartir.
El secreto de porqué un día me convertí en una persona capaz de transmitir mis historias y llegar a otras personas, se oculta en el día en que cesamos nuestro intento de escribir nuestras vidas por separado y, decidimos uno junto al otro, escribir un relato mejor.
Así que no tengo certeza de ser un buen escritor, no tengo el alma de cocinero, no poseo la paciencia necesaria para dominar el arte del fuego lento e incluso dudo de si sabré poner el corazón en la masa, pero en verdad no es cosa que me importe, ya no sueño con narrar la historia perfecta ahora me conformo con vivirla.
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